miércoles, 24 de septiembre de 2014

Las sombras del Antiguo Régimen

Os presento unos textos que permiten valorar el deseo ilustrado de aplicar la razón, promover la educación, conseguir el progreso y la felicidad de la sociedad. Son las sombras que iluminaron las luces ilustradas.

 "La mayor parte de mi vida he estado lidiando con estas sombras, porque muy temprano empecé a conocer que lo eran. Siendo yo muchacho, todos decían que era peligrosísimo tomar otro cualquier alimento después del chocolate.
Mi entendimiento, por cierta razón que yo entonces acaso no podía explicar muy bien, me disuadía tan fuertemente a esta vulgar aprensión que me resolví a hacer la experiencia, en que supongo tuvo la golosina pueril tanta o mayor parte que la curiosidad. Inmediatamente después del chocolate, comí una buena porción de torreznos y me hallé tan lindamente, así aquel día como mucho tiempo después, por eso me reía de los que estaban dominados por el miedo ."

Fragmento del "Teatro crítico universal del P. Feijoo (1726-1739).




 La población milanesa que sufrió la peste de 1630 creyó que la enfermedad era fruto de una conjura llevada a cabo por los llamados "untori", personas que renegaban de Dios, se convertían en bestias y entraban donde no pueden entrar hombres. "Todo se hace por parte del Demonio", decían, llegando mediante el tormento a lograr que varios convictos reconocieran haber recibido grandes cantidades de dinero por "sembrar los polvos y untar los lugares más comunes del  comercio" .
Un comisario y un barbero fueron los principales acusados de producir la peste con "cuerpos de hombres, niños de leche, apestados vivos, puestos a hervir en un caldero". Los polvos así confeccionados se soplaban con ciertas cañitas sobre tiendas, iglesias, confesionarios. La gente moría. Se complicó a comerciantes, caballeros de San Juan, curas,  frailes:  todos "untadores ". Se mató de modo cruel a los acusados que aceptaron su papel. Si se negaban a reconocer nada, se consideraba también como signo evidente de culpa."

Adaptado del artículo "El ballet del inquisidor y la bruja" de J.Caro Baroja. 1976. 



Lo que sigue es el resumen de un proceso penal llevado a cabo por el tribunal de la Inquisición de Toledo en el S. XVII. Este tribunal religioso se encargaba de las causas que tenían relación con la fe y la moral, pero sus métodos no eran diferentes de los de los tribunales reales.
Un buen día el doctor Simón de Haro, cura de la parroquia de San Lorenzo en Toledo, presenta ante el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de aquella ciudad una denuncia escrita y firmada por él contra Alonso de Alarcón en la que lo acusa de haber cometido actos y proferido palabras de blasfemia. Era el 2 de .Junio de 1635. La denuncia pone en funcionamiento a la Inquisición y Alonso de Alarcón es detenido tres días después y encarcelado. Se inician las investigaciones, tomando declaración a numerosos testigos para presentar los cargos principales que son los siguientes:
"Que un día de Pascua de Resurrección Alonso dijo que "Nuestra Señora no fue casada, sino amancebada y que fornicó con muchos". Que en otra ocasión había dicho que "su hija Francisca estaba más virgen que Nuestra Señora del Sagrario ". (...) Que un viernes, estando al parecer sano, comió perdiz. Que una noche estando enfermo en su cama y después de haber recibido la extremaunción, tiró un crucifijo de madera al suelo e intentó golpear con él a unos vecinos. (Este es el cargo central de la acusación).
Esta fase del proceso duró aproximadamente un mes, y todo ese tiempo estuvo encarcelado el acusado. En otros casos más complejos, podía durar meses o años.
Después se pasaba a la fase probatoria. Para probar las acusaciones se somete al acusado a tortura. Como sufre hemiplejia (parálisis de la parte derecha del cuerpo) solo se le aplica esta en la parte izquierda. Los escribanos copiaban todo lo dicho en la sala de tormento. Sirve como ejemplo este fragmento:
Fuele dicho que diga la berdad antes de berse en el trabajo que le espera.
Dijo: -Dios me faborezca y la Virgen. Pero yo no tengo qué decir.
Y estando desnudo le fue mandado sentar en el banquillo, y le fue dicho que diga la verdad.
 Dij: .- iAy, Señor! iDios y la Virgen me valgan! (...)

Varias veces pidió el acusado que le dijeran qué debía decir. y le leyeron la acusación, pero debía ratificar quién le oyó decir eso, pues no se le informaba de quién le acusaba. Si no lo sabe, volvían a torturarle pidiéndole que dijera la verdad. El acusado nombraba a todo el mundo que podía conocerle, pero argumentando que en ese momento estaba fuera de juicio. El tribunal aduce entonces que no podría ahora acordarse de lo que dijo fuera de juicio y se le vuelve a torturar hasta que diga la verdad. Toda la declaración del acusado debe coincidir con la acusación. En este caso Alonso perdió finalmente el conocimiento y no se le volvió a torturar, acabando el tormento sin resultado probatorio contra el reo, lo cual no impidió que continuase otro año en la cárcel (pensemos que estaba casado y con hijas) para ser condenado finalmente con cien azotes y cinco años de destierro. 

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